martes, 7 de julio de 2009

Capitulo siete El Camino de las sombras

Con la caída de la tarde, el sol tragado por el mar, el camino se llena de sombras. Comienza el descenso, que difícil es recuperarse cuando la caída es grande. Ya ni hay recuerdo de que alguna vez hubo humanidad, ya ni el nombre se recupera de la memoria. Solo retumba “ viejo mugroso’ por ahí va otro loco- no dejes que se acerque ese borracho. A la verdad que miro y no se a quien se refiere, pero como duele cuando la miradas se posan en el cuerpo. Al comienzo no había distinción entre bueno y malo, porque lo malo no existía! Todo era bueno! Todo era Dios. Como lo malo no existía, no se hacía juzgamiento de ninguna clase. Todo era gozo, paraíso – divino. Eso desapareció con la caída de la gracia, con este vagabundo. Era el grito original, aquel del impulso, el que obligo a pedir libertad

“¡Libre!
¡Quiero ser libre!
gritaba mi corazón
Quería abandonar mi vida
para ir al encuentro de su tesoro perdido”

Eso mismo llega al recuerdo el propósito de esta larga jornada. No huyo, no me escondo, soy aventurero decía el vagabundo. Busco mi tesoro, aun no lo encuentro. Es culpa de las sombras porque sin luz pierdo el camino. Llegaron desde las tinieblas del universo, dónde la oscuridad impera sobre la luz.

“¡Libre!
¡Quiero ser libre!
gritaba mi corazón partido
dejándome solo
sin sueños , sin metas, sin sentidos,
se libero
salió de mi vida,
para entregarse a la frustración,
a las amenazas y a los sueños perdidos”

No es la confusión de la mente, es la que trae la memoria, que se llena de sombras. Tranquilos no es para tanto no es locura parece más impaciencia. A pesar de los 20 años trascurridos que aun no se disipe los recuerdos.

“No te entiendo corazón alucinante,
¿ Por qué me dejaste
en este vacío,
en esta locura?”

Es la respiración fatigada, el ritmo del corazón acelerado que presagia que algún momento habrá un final. Las sombras de la noche habrán de huir de la luz. Mientras se espera, se está detenido, se descansa el cuerpo, se alivia la fatiga. Mira Vagabundo al cielo y ora - ¿desde cuándo no lo hacía? –
“permíteme Dios encontrar lo que quiero “Trascurriendo el tiempo, se está pensando lo que se había quedado en el camino. – Necesito recordar, has memoria – ¿acaso deje algo que realmente fuera mío?
Mientras todo esto pensaba, se agitaba, golpeaba su cabeza con las manos. De repente se detiene, mirando a todos lados – Gracias Dios por la sombra no quiero que piensen que estoy loco- sabes no es locura lo mío – manías de viejo – se decía.

Y tratando de recordar se preguntaba

“¿Que era lo mío?

La paz, la tranquilidad
lo que andaba buscando
mi corazón primitivo.
Perdido estaba en la noche,
entre el polvo de mis gemidos”


Los reflejos de luz invaden la sombra. Estamos de regreso en el anfiteatro, para presenciar un antiguo espectáculo, cotidiano y único cada vez que está ahí, ante nosotros. Poco a poco, la luz gana lugar entre las sombras, envolviéndolo todo: las flores, los objetos, los seres animados, en ella se unifican. En el transcurso de los minutos aumenta la luz y, con ella, el jardín se nos muestra en todo su esplendor. Las rosas aparecen ante nosotros en un armonioso recorrido de variados matices. La luz trae el color. Y parece que los colores juegan entre la fluida y luminosa atmósfera, en móviles efectos de luz y sombra, hasta posarse en la superficie que corresponde. No sé, después de 20 años de impaciencia, regresa a mí la ternura de los recuerdos. Regresa la luz de este amanecer que borra las sombras del camino.

“Mujer, magia que vive en mis latidos,
murmura en mis oídos tus plegarias,
fúndeme en la nostalgia tan lejana,
para que no me escape de tu vida.
Y siénteme compañera, reposa en mis aldeas,
tiende tus pies en el cariño que poseo,
baraja despacio todas mis ilusiones,
para que pruebes la oración de mis otoños.
Mujer, amada mía, abraza mi silencio,
sigue viviendo en tu inmenso sueño,
para que siempre seas aquella que yo amo,
para entender tu cielo, tu pasión y tu ternura.”

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